jueves, 21 de julio de 2011

No sabes como dolíó verte salir de esa puerta y saber y tener claro, que nunca volverías. No imaginas, cuanto sufrí ese día en el que sabía que era el último beso, nunca llegarás a entenderlo, ya que ni por asomo te imaginas lo que llegaste a ser para mi. Cada día te necesitaba más y más y desde el momento en el que te besé, no pude olvidar tu sabor. Desde ese día, esa imagen, de poner mi mano sobre la tuya y nuestros dedos enlazarse, no hubo manera de olvidarlo. Tú carita mirandome a menos de 2 centímetros y esa larga tarde que se me hicieron las horas, segundos a tú lado. No conseguí borrar de mi mente el color de tu pelo, tus ojos y tu piel. Y el oír tu nombre y venirme todo lo anterior al presente. Desde que me olvidaste, no soy yo. Solo una sombra de lo que era y fui a tu lado. La niña más feliz, sonriente y orgullosa de si misma del mundo. Aunque supiera que para ti solo era una más, yo era feliz, feliz cuando me besabas, me acariciabas, me mirabas, me ignorabas, me tocabas, me rozabas, me sentías, me rascabas, me abrazabas, reías, me acompañabas, me acurrucabas, me entendías, me alcanzabas, me cuidabas, me observabas, me apoyabas, me animabas. Me amabas. Es así. Todo a cambiado. Pero seguiré esperando el día en el que te vuelva a ver entrar.

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